Principios de la carta +30
Principio 1
Promover la cultura de la paz a través del turismo.
Por su propia naturaleza, la actividad turística puede ayudar a promover la diversidad cultural, los valores universales, la cultura de la paz, los derechos humanos y el diálogo intercultural tan necesario en el mundo actual. Lejos de convertirse en un factor de homogenización o de imposición, el desarrollo del turismo puede y debe considerarse como uno de los pilares de la cultura de la paz, convirtiéndose en una poderosa fuerza con capacidad de fomentar la comprensión multicultural y promover el entendimiento entre los pueblos del planeta.
La comprensión y la promoción de los valores comunes, en un espíritu de tolerancia y respeto de la diversidad de culturas son, a la vez, fundamento y consecuencia de un turismo responsable. Los agentes del desarrollo turístico y los turistas deben prestar atención a las tradiciones y prácticas sociales y culturales de todos los pueblos, incluyendo las de las minorías y las poblaciones autóctonas, reconociendo su riqueza y singularidad.
El fenómeno turístico no solamente es fuente de enriquecimiento personal y colectivo, sino que puede convertirse en un gran instrumento para fomentar la inclusión, el respeto cultural y la prosperidad de los pueblos, todos ellos valores que están intrínsecamente ligados a la paz.
Principio 2
Reforzar la solidaridad ambiental y la regeneración de los recursos naturales.
La actividad turística debe ser compatible con la conservación de la naturaleza y de la biodiversidad terrestre y marina, implementando las medidas efectivas para proteger el patrimonio natural y paisajístico como uno de los constituyentes y atributos más valiosos en gran parte de los destinos. Preservar los ecosistemas, terrestres y marinos, detener la pérdida de biodiversidad y restaurar los entornos naturales –y nuestra relación con ellos– serán las claves para que el turismo pueda garantizar su prosperidad en el futuro y su resiliencia, dado que inevitablemente el futuro de los viajes y el turismo está ligado a la naturaleza.
En las circunstancias actuales, urge adoptar una visión regenerativa y solidaria con el medio ambiente y el uso de los recursos naturales, evitando el eventual desgaste que pueda generar actividad turística. La definición de una política turística de carácter sostenible requiere necesariamente el apoyo y promoción de sistemas de gestión turística ambientalmente responsables, implementando las mejores prácticas que minimicen el impacto ambiental y garanticen la restauración de los entornos degradados por la actividad.
En consecuencia, el gran desafío actual y futuro es hacer del turismo un factor positivo para la naturaleza. El objetivo debe ser no solo minimizar el daño ambiental, sino también invertir activamente en la recuperación y restauración de la naturaleza en los destinos y espacios turísticos. Ello incluye un riguroso monitoreo e informes sobre el daño ambiental, así como redoblar los esfuerzos para prevenirlos, además integrar estas medidas en toda la cadena de valor del turismo. En las actuales circunstancias y las previsibles en el futuro, es innegable que un turismo positivo para la naturaleza no solo es un imperativo moral, sino también comercial.
Una buena gestión del turismo exige garantizar la sostenibilidad de los recursos que usa y de los que depende. Factores ambientales clave como el agua y la generación de residuos deben considerase como aspectos fundamentales a lo largo de la cadena de valor de las actividades turísticas.
El turismo debe proporcionar soluciones innovadoras para ser más eficiente en el manejo de los recursos en el contexto de una economía circular, limitando la generación de residuos, aumentando la capacidad de reciclaje, minimizando su producción y reduciendo la contaminación. En la misma línea, debe reforzarse la gestión integral del ciclo del agua de manera sostenible, priorizando las medidas orientadas al ahorro y al tratamiento y la recuperación en las infraestructuras y servicios turísticos.
Principio 3
Fomentar la cooperación para la salvaguarda del patrimonio cultural, material e inmaterial, entre todas las partes interesadas en el turismo.
El reconocimiento y apreciación del patrimonio cultural, tanto material como inmaterial, constituyen una de las razones de ser de la actividad turística en una gran variedad de destinos y desempeña un papel fundamental como motor de los viajes, pero su fragilidad y sus requisitos de conservación no son suficientemente reconocidos. En consecuencia, la salvaguarda de las expresiones del patrimonio cultural debe considerarse como uno de los compromisos claves en el desarrollo del turismo por todas las partes involucradas.
Este compromiso implica un auténtico reto de innovación cultural, tecnológica y profesional, que además exige realizar un gran esfuerzo para crear y desarrollar instrumentos y herramientas creativas de concertación y gestión, contando con la participación activa de las comunidades custodias del patrimonio cultural. En este contexto, es preciso que los ingresos generados por el turismo cultural contribuyan efectivamente a la conservación del patrimonio y al mantenimiento de su integridad.
La gestión de la actividad turística en los sitios patrimoniales no debe circunscribirse a los límites legales de los bienes del patrimonio cultural. El desarrollo turístico, los proyectos de infraestructuras y los planes de gestión deben contribuir a preservar la integridad, la autenticidad y la dimensión estética, social y cultural de los lugares patrimoniales, incluyendo su entorno y los paisajes culturales asociados, considerando, además, la estrecha relación entre el patrimonio cultural y el natural.
Es necesario prestar especial atención a la preservación del frágil patrimonio cultural inmaterial de los destinos, transmitido de generación en generación y que infunde a las comunidades y a los grupos sus rasgos de identidad y continuidad, evitando su degradación y mistificación con fines especulativos. Las culturas indígenas, las tradiciones y el conocimiento local, en todas sus formas, deben respetarse y ponerse en valor en el desarrollo de las políticas de turismo sostenible, sin olvidar el papel del turismo como eventual motor de la salvaguardia de la creatividad cultural.
Principio 4
Reforzar el compromiso común de unir a todos los agentes para transformar el turismo y hacer que contribuya de manera efectiva a la acción por el clima.
En el actual escenario de emergencia climática global, el turismo puede y debe convertirse en una actividad responsable a la hora de establecer un compromiso sólido y perdurable que permita reducir su huella de carbono en todo el abanico operacional, limitando al máximo las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y reforzando su capacidad adaptativa frente a los previsibles impactos de un clima cambiante.
El turismo puede ocupar un lugar destacado en la lucha por la mitigación del cambio climático si se movilizan plenamente los recursos y la capacidad de innovación del sector, orientándolos a la consecución de este objetivo. Acelerar la descarbonización del turismo incluye un amplio conjunto de medidas permanentes en relación con la energía, el transporte y las pautas de consumo. Al margen de las medidas de compensación que se adopten o de las de la adaptación en destinos turísticos afectados por el cambio climático, se deben establecer soluciones de reducciones reales en términos de emisión por parte de todas las partes implicadas.
Promover la máxima implantación de las energías renovables en todos los campos de la actividad turística, desde el alojamiento hasta el transporte, es una de las vías más eficaces que permiten reducir su huella del carbono. Una actividad turística que contemple la eficiencia y el ahorro energético, combinado con el uso de las energías renovables como ejes de la acción, no solo es viable a nivel tecnológico y económico, sino que aporta innumerables beneficios en términos de competitividad, reducción de los riesgos de dependencia y erradicación de la pobreza energética en los destinos.
Teniendo en cuenta que, como media, el transporte hacia los destinos y la movilidad en los espacios turísticos constituyen el primer responsable de las emisiones GEI en el conjunto de las operaciones turísticas, procede colocar esta dimensión en el eje de la acción por el clima. Ello incluye adoptar el amplio abanico de soluciones que pasan por la elección de alternativas de movilidad y modos de transporte de cero o bajas emisiones, incluyendo las nuevas tecnologías de motorización eléctrica basada en energías renovables, así como priorizar el transporte colectivo y los desplazamientos peatonales.
En términos generales es prioritario orientar el conjunto de actividades turísticas hacia el objetivo de reducir a la mitad las emisiones de carbono del turismo en la próxima década y llegar a las emisiones netas cero lo más pronto posible y siempre, antes de 2050. En particular, urge instaurar el requisito de que todas las nuevas iniciativas y proyectos turísticos se desarrollen bajo la premisa de cero emisiones netas. Ello incluye aplicar la innovación y el compromiso con la descarbonización en ámbitos como la construcción y rehabilitación de infraestructuras turísticas, los nuevos materiales, la movilidad, las tecnologías, los suministros y pautas de consumo, la energía o la gestión integral de residuos y agua.
Principio 5
Fomentar la innovación y la adopción de tecnologías sostenibles.
El turismo constituye un ámbito privilegiado de acción a la hora de adoptar tecnologías avanzadas y prácticas innovadoras sostenibles, apostando por un turismo inteligente que permita incrementar las capacidades de las empresas, organizaciones e instituciones turísticas a la hora de mejorar su desempeño ambiental y su sostenibilidad.
Una visión responsable del turismo requiere incorporar las tecnologías que incrementen la eficiencia operativa y reduzcan el impacto ambiental, además de dotar de inteligencia a la infraestructura del destino para fomentar el desarrollo eficiente y sostenible de la actividad. Por lo tanto, es preciso fortalecer permanentemente los ecosistemas de innovación que permitan identificar y seleccionar las soluciones adecuadas en la amplia gama de tecnologías verdes que garantizan la ecoeficiencia en todas las actividades turísticas.
En este contexto, la digitalización del turismo puede sustentar el gran cambio de paradigma hacia la sostenibilidad integral de forma ética, inclusiva y segura, abriendo nuevas oportunidades a las empresas, a las comunidades locales, a los destinos y, especialmente, a los turistas.
Es preciso apoyar y promover las tecnologías disruptivas relacionadas con la actividad turística que emergen con herramientas digitales con capacidad para mejorar la forma tradicional de planificar y disfrutar de los viajes, ofreciendo nuevas experiencias y modelos de negocio más sostenibles. Las tecnologías disruptivas que contribuyen a un turismo más sostenible en todos los aspectos son: Inteligencia Artificial (IA); Big Data; Chatbots; 5G; Drones; Internet de las cosas (IoT); Realidad Mixta (Realidad virtual y realidad aumentada). Todas ellas para mejorar la experiencia turística y optimizar la gestión sostenible. Además, surgen nuevos retos y herramientas, que van desde la aplicación de técnicas de neuromarketing para conocer la experiencia y emoción del turista, a la prevención de ciberdelitos en el sector turístico.
Por su capacidad transversal, la IA constituye una herramienta de referencia para el cambio de modelo productivo turístico hacia una mayor sostenibilidad, sabiendo aprovechar de forma ética, segura y responsable su potencial. El objetivo final es facilitar la digitalización, aprovechar la inteligencia artificial y fomentar la colaboración para mejorar el ecosistema global de innovación turística orientado al desarrollo sostenible.
Principio 6
Limitar el sobreturismo y sus efectos perniciosos.
Las prácticas insostenibles de turismo masivo y el exceso de turistas siguen siendo uno de los mayores desafíos para el desarrollo sostenible del turismo. Los efectos se extienden a múltiples ámbitos en la actualidad, afectando a la calidad de vida de la población residente, la viabilidad empresarial y la gestión pública del territorio, llegando incluso a degradar la propia experiencia turística.
Se necesita una urgente respuesta participativa y concertada en términos de planificación, gestión y regulación ante los fenómenos de usurpación del espacio urbano y del hábitat de la ciudadanía que se registran en un número cada vez más creciente de destinos y sitios turísticos. La privatización y congestión del espacio público son consecuencias indeseables de una mala gestión de la actividad turística, al igual que la inadmisible competencia por el acceso a la vivienda que se registra tras la irrupción de los nuevos sistemas de alquiler y alojamiento vacacional. Se reclama así la necesidad de consolidar destinos turísticos vivibles y no excluyentes, estableciendo los límites de capacidad de carga de forma coordinada entre todas las entidades responsables y con la involucración de las comunidades locales.
La saturación de muchos de los atractivos culturales y naturales visitables, más allá de su límite de cambio aceptable, puede llegar a dañar irremediablemente sus propios valores y atributos, lo cual requiere la implantación de medidas de gestión y seguimiento adecuadas para su preservación.
Principio 7
Incrementar la capacidad de imaginar y crear nuevas formas y productos turísticos sostenibles.
El turismo del futuro requerirá imaginación y una capacidad de innovación continua para concebir formas más sostenibles, atractivas, diversas y responsables de viajar. La creación de productos turísticos alineados con los valores de sostenibilidad no debe limitarse a ajustes marginales sobre modelos tradicionales, sino que ha de constituir un esfuerzo consciente y creativo por transformar las prácticas turísticas desde su misma concepción, incrementando a la par la satisfacción del turista y los beneficios sociales, culturales y económicos que perciben las comunidades locales.
La diversificación de la oferta turística constituye una condición esencial para superar la estandarización y la sobredependencia de modelos tradicionales dominantes, muchos de ellos vulnerables y de alto impacto. La promoción de modalidades como el ecoturismo, el turismo de naturaleza, el turismo cultural, el turismo rural, el turismo de bienestar, o el turismo científico y educativo, entre muchas otras, abre un amplio abanico de oportunidades para el desarrollo de destinos más diversos, con beneficios más equitativos y un mayor respeto por los valores del entorno y de la comunidad local.
Este principio reclama reforzar las capacidades de diseño, promoción y gestión de productos turísticos que respondan a las demandas de los viajeros responsables, conscientes de su huella y deseosos de vivir experiencias auténticas y emocionalmente enriquecedoras. Al mismo tiempo, se requiere que los nuevos productos incorporen de manera transversal los criterios de sostenibilidad ambiental y cultural, las perspectivas de género y generacionales, la accesibilidad universal, la inclusión social y viabilidad económica.
El desafío actual y futuro radica en incrementar la capacidad de desarrollar proyectos y prototipos de productos de viajes sostenibles y probarlos en el mercado compartiendo las historias de éxito, garantizando su credibilidad y eficiencia. Se trata, en suma, de estimular una nueva cultura de la innovación en la práctica y el arte de hacer turismo, que priorice la creatividad con propósito, el respeto por la identidad de los territorios y la generación de valor compartido entre visitantes y anfitriones.
En esta tarea compartida es preciso tender nuevos puentes entre la ciencia y el turismo, entre la academia y los desarrolladores turísticos. Tales alianzas podrían aportar la necesaria inteligencia al turismo de futuro, permitiendo orientar el objetivo de las nuevas iniciativas, sus límites y oportunidades.
También se considera prioritario desarrollar acciones para implicar a los jóvenes en este proceso de definir de una forma creativa los escenarios de futuro a los que se debe encaminar, no solo el sector turístico, sino el conjunto de la sociedad.
La capacidad colectiva de imaginar una actividad turística mejor es también la capacidad de transformarla y renovarla: con más sentido, más respeto, más creativa y en armonía con el planeta y sus habitantes.
Principio 8
Promover y reclamar la justicia económica y social en el turismo.
Un turismo más sostenible solo será posible si se convierte en una herramienta efectiva que contribuya a la justicia económica y social en los territorios donde se desarrolla. Esta visión requiere ir más allá de la generación de ingresos y beneficios a corto plazo, y orientarse decididamente hacia un modelo de desarrollo turístico que contribuya a la redistribución de los beneficios, fomente la cohesión social, reduzca las desigualdades y erradique la pobreza y los abusos.
Garantizar un reparto equitativo de los beneficios de la actividad turística implica poner en el centro a las comunidades locales, particularmente a aquellas que han sido tradicionalmente marginadas o excluidas de los procesos de decisión y de los circuitos económicos principales.
La implementación de políticas de planificación, fiscales, marcos regulatorios y mecanismos de redistribución y predistribución eficaces, deben asegurar que el valor generado por el turismo se traduzca en mejoras reales para la vida de las personas, apoyando a las empresas y las economías de proximidad de la comunidad local, sin olvidar el potencial tractor con otras actividades.
Un turismo socialmente justo también requiere el compromiso firme con la mejora de las condiciones laborales, máxime teniendo en cuenta el enorme peso del sector en el empleo a nivel global. La promoción del trabajo decente, la igualdad de oportunidades y de género, la protección de los derechos laborales y la formación permanente deben ser pilares ineludibles en cualquier estrategia de sostenibilidad turística. Solo así podrá consolidarse un turismo que genere empleo digno, inclusivo, estable y compatible con la realización personal y profesional de quienes trabajan en directa o indirectamente en su ámbito.
La participación activa de las comunidades locales en la planificación, la toma de decisiones y la gestión de los destinos es otro objetivo esencial para garantizar su empoderamiento y su derecho a definir el futuro del lugar donde habitan. Ello demanda modelos de gobernanza participativa que valoren los conocimientos locales y promuevan el diálogo entre los actores públicos, privados y comunitarios.
En este esfuerzo, la responsabilidad social corporativa debe dejar de ser un añadido voluntario para integrarse plenamente en las estrategias empresariales del sector turístico. Asimismo, la cooperación con organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales es fundamental para impulsar buenas prácticas, facilitar la transferencia de conocimientos y canalizar recursos que fortalezcan las capacidades locales.
Promover y reclamar la justicia económica y social en el turismo es una exigencia ética, pero también una condición imprescindible para su legitimidad, resiliencia y sostenibilidad a largo plazo.
Principio 9
Activar los motores del cambio: educación, sensibilización y difusión de buenas prácticas.
El camino hacia un turismo verdaderamente sostenible pasa, inevitablemente, por un proceso profundo de transformación cultural que solo puede lograrse mediante la educación, la sensibilización y la difusión sistemática de buenas prácticas. Para que la actividad turística se convierta en una fuerza consciente de cambio positivo, debe apoyarse en una ciudadanía informada, un sector profesional capacitado, una administración pública sensibilizada y proactiva, y un entorno propicio para el aprendizaje compartido.
La educación y capacitación en sostenibilidad turística debe estar presente en todos los niveles y dirigirse a todas las partes integrantes del sistema: desde los viajeros hasta los gestores públicos, desde los operadores privados hasta las comunidades locales. La formación permanente, práctica y aplicada, debe proporcionar herramientas y conocimientos actualizados que permitan comprender los impactos del turismo, asumir responsabilidades y actuar en consecuencia.
La sensibilización de los turistas es igualmente esencial. Promover campañas efectivas de concienciación y comunicación permite construir una cultura del viaje basada en el respeto, la empatía y la corresponsabilidad, incluyendo el buen uso de las herramientas digitales. Viajar con sentido ético, conocer las realidades locales, reducir la huella ambiental y valorar las culturas anfitrionas son elementos que deben formar parte de la experiencia turística del presente y del futuro.
Asimismo, es imprescindible fomentar la identificación, documentación y difusión de experiencias exitosas que ya están generando impactos positivos. Las buenas prácticas constituyen una fuente de inspiración y aprendizaje colectivo que merece ser reconocida, compartida y replicada. La visibilización de estas iniciativas —ya sean de empresas, comunidades locales, administraciones, gobiernos u organismos internacionales— permite mostrar que otro modelo turístico no solo es posible, sino que ya está en marcha.
La creación de redes de intercambio de conocimientos, la cooperación interregional y la transferencia de tecnologías sostenibles deben reforzarse como instrumentos clave para acelerar la transición hacia un turismo más justo, regenerativo y resiliente. En este proceso, la aportación de las universidades y centros de investigación focalizados en el turismo constituye un factor clave a la hora de apuntalar un turismo más inteligente y sostenible.
En definitiva, educar, sensibilizar y compartir saberes son acciones complementarias y motores esenciales del cambio que el turismo necesita. La transformación no vendrá únicamente de nuevas regulaciones o tecnologías, sino del desarrollo de una conciencia global que sitúe la sostenibilidad como principio rector de toda la actividad turística.
Principio 10
Establecer códigos de conducta, instrumentos y marcos proactivos para asegurar la sostenibilidad del turismo.
Avanzar hacia un turismo más sostenible no puede depender únicamente de la voluntad individual o de acciones aisladas. Requiere estructuras sólidas, instrumentos eficaces y marcos regulatorios que guíen, ordenen y estimulen un comportamiento responsable de todos los actores implicados. Establecer y aplicar códigos de conducta, certificaciones, normativas y herramientas de planificación constituyen instrumentos fundamentales para transformar los compromisos en resultados tangibles y duraderos. El objetivo de estas acciones es integrar la sostenibilidad en las políticas, estrategias, operaciones y planes de turismo locales, nacionales, regionales e internacionales.
Los códigos de conducta responsables deben constituirse como referencias éticas y prácticas que orienten la actividad de los agentes turísticos, promoviendo un comportamiento coherente con los principios de sostenibilidad, respeto cultural, justicia social y cuidado del medio ambiente y del patrimonio. Estos códigos deben adaptarse a contextos diversos, manteniendo una visión compartida para guiar a los destinos y empresas turísticas.
El reconocimiento de las buenas prácticas y sistemas de gestión mediante certificaciones y sellos de sostenibilidad representa una vía importante para estimular la mejora continua, aportando transparencia al sector y ofreciendo a los consumidores herramientas que les permitan tomar decisiones más responsables. Asimismo, el impulso y armonización de estándares internacionales en materia de turismo sostenible constituye un paso clave para avanzar hacia un marco global común basado en criterios objetivos, verificables y comparables.
Una gestión turística sostenible a nivel de destino requiere planificación estratégica, integrada y basada en la evidencia. Los planes de desarrollo turístico deben incorporar de forma equilibrada las dimensiones ambientales, sociales, económicas y culturales, así como mecanismos efectivos de gobernanza participativa. Esta visión debe complementarse con sistemas de monitoreo y evaluación que permitan medir, analizar y ajustar el impacto de las políticas y actividades turísticas sobre los territorios, los ecosistemas, el patrimonio, la economía y las comunidades locales. Para ello, es necesario establecer cuadros de indicadores que midan no solo la sostenibilidad ambiental, sino también sostenibilidad patrimonial y cultural, la resiliencia y la calidad de vida en los destinos. En este contexto, el enfoque ESG (ambiental, social y de gobernanza) debe convertirse en una referencia transversal para orientar las decisiones de inversión, gestión y planificación en el sector turístico.
El cumplimiento de las regulaciones ambientales y patrimoniales, aplicables a todos los operadores turísticos sin excepción, así como la implantación de sistemas de monitoreo socioambientales continuos, son condiciones esenciales para minimizar los impactos negativos del turismo. Este compromiso refuerza la necesidad de garantizar que el crecimiento turístico no se produzca a costa de la degradación de los recursos naturales, del patrimonio o del bienestar de las poblaciones locales.
La sostenibilidad requiere no solo voluntad, sino también reglas claras que se cumplan, instrumentos eficaces, mecanismos de seguimiento y una cultura institucional que incentive el cumplimiento, la mejora continua, la transparencia y la rendición de cuentas.
Principio 11
Forjar alianzas para consolidar un futuro turístico sostenible.
La sostenibilidad del turismo es una responsabilidad compartida que trasciende fronteras, sectores y niveles de actuación. Solo a través de la cooperación activa entre los distintos actores involucrados —gobiernos, sector privado, sociedad civil, comunidades locales y organismos internacionales— será posible construir un futuro turístico que sea verdaderamente justo, resiliente y respetuoso con los límites del planeta.
El fortalecimiento de alianzas sólidas y duraderas debe orientarse al logro de objetivos comunes, inspirados por los principios del desarrollo sostenible y alineados con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estas alianzas deben ir más allá del compromiso declarativo, transformándose en plataformas de acción concreta, intercambio de conocimientos, transferencia tecnológica y construcción de capacidades locales.
La cooperación internacional desempeña un papel crucial en este proceso. Es imprescindible establecer mecanismos eficaces de asistencia técnica, financiación y acompañamiento institucional para aquellos destinos turísticos que pueden presentar mayores vulnerabilidades, ya sea por su fragilidad ambiental, su dependencia económica o su limitada infraestructura. La creación de fondos específicos de apoyo al desarrollo turístico sostenible, así como a la recuperación post-desastre, deben ser consideradas como prioridad por parte de los organismos multilaterales, agencias de cooperación y alianzas público-privadas.
En un contexto global cada vez más expuesto a crisis sanitarias, económicas, climáticas y geopolíticas, el turismo debe reforzar su capacidad de anticipación, preparación y respuesta. La construcción de resiliencia territorial y sectorial requiere planes de contingencia bien diseñados, redes de apoyo colaborativas y marcos de cooperación que permitan afrontar los desafíos comunes con mayor eficacia y solidaridad.
Las alianzas centradas en la sostenibilidad permiten también compartir buenas prácticas, estándares, metodologías y soluciones innovadoras que pueden ser adaptadas y replicadas en contextos diversos. Este esfuerzo conjunto no solo fortalece la gobernanza global de la actividad turística, sino que multiplica los impactos positivos, reduciendo las brechas entre destinos y generando beneficios equitativos.
En definitiva, ningún actor puede avanzar solo hacia la sostenibilidad. Forjar alianzas, cooperar y actuar en red no es una opción, sino una condición esencial para consolidar un turismo transformador, regenerativo y al servicio del bien común.